domingo, 9 de enero de 2011

Sobre el miedo a perder el embarazo.

En la misma medida en que nos ponemos contentos con la noticia del embarazo, nos asustamos frente a la posibilidad de perderlo. Son dos caras de la misma moneda.

Más aún si leemos que se cree que el 50% de las concepciones no llegan a término. Cuidado, padres que están en el primer trimestre, no se asusten: para el momento en que se enteraron que el bebé está en camino las perspectivas ya son mucho mejores que eso. Esa es la expectativa que se tiene en el momento mismo de la concepción. Los primeros momentos de vida del bebé son los más riesgosos, y su expectativa de éxito a medida que pasan las semanas va creciendo. Generalmente es imposible detectar el embarazo antes de los 12 días después de la concepción, porque los niveles de la hormona presente en el cuerpo de la madre embarazada todavía son muy bajos -además de que para ese entonces no existe ningún retraso en el período todavía-. Para el momento en que la madre descubre que está embarazada ya han pasado dos o tres semanas desde la concepción -y obviamente, el bebé superó esas tres semanas porque la madre todavía está embarazada-, por lo tanto las espectativas de supervivencia ya son mayores que el 50% inicial y alcanzan el 70 u 80%. Eso significa que existe una gran cantidad de concepciones que se pierden en el camino antes de la fecha de menstruación, y que se confunden con un simple adelanto. En esos casos la madre nunca se entera de que estuvo embarazada.

Con la disponibilidad de las pruebas caseras de embarazo las madres de ahora se enteran de su embarazo más temprano que antes -principalmente si se trata de un embarazo planeado y esperado con ansiedad-. Lamentablemente eso nos enfrenta a porcentajes de pérdidas de embarazo más altas que las usuales en otras épocas, ya que lo que en otras épocas se creía que era un simple retraso ahora se sabe que son en realidad embarazos perdidos. De cualquier modo, saberlo antes es una suerte, ya que permite a las madres empezar a cuidarse desde antes, principalmente en lo que se refiere a la ingesta de drogas -como el alcohol y el tabaco-, minimizando el riesgo para el bebé.

El riesgo disminuye progresivamente. A los dos meses o dos meses y medio luego de la concepción el riesgo de pérdida ya es muy bajo.

En cuanto al miedo… no hay nada qué hacer, más que sentirlo. El riesgo está allí y nos puede tocar. Son semanas de mucha angustia, que uno quiere que pasen lo más rápido posible para saber que todo está bien. Los ánimos van a estar muy cambiantes, de la alegría al miedo, y el padre va a tener que hacer su trabajo para contener a la madre. Recuerdo que la frase que más le repetía a Lucía era "que las probabilidades están a nuestro favor e indican que lo más probable es que todo va a estar bien". También le recordaba que todo parecía ir bien, porque ella seguía con los síntomas de embarazo y el que éstos estuvieran presentes era una buena señal. Lucía se fijaba si había tenido algún tipo de sangrado a cada rato. Y lloraba casi todos los días.

Yo solía hacerle un chiste, diciéndole que el espermatozoide que había fecundado su óvulo no iba a darse por vencido tan fácilmente. Que había tenido que luchar contra millones de compañeros que querían el mismo premio que él, y que si él les había ganado era porque era el mejor. Le decía que le había mandado un espermatozoide muy luchador, que usaba vincha y llevaba un cuchillo entre los dientes, como Rambo. Más allá del chiste, un poco cándido, recuerdo que nos hacía mucho bien trasladar la imagen de Cajú como "algo" a la imagen de Cajú como "alguien", con su propia personalidad y características -para los padres que están en etapas avanzadas del embarazo, con ecografías de por medio y todo eso, suena como algo obvio, pero hubo una primera vez en que se empezó a pensar de ese modo, y es un momento importante-.

Cualquier excusa es suficiente para sentirse mal, para pensar que hicimos las cosas mal. Lucía tomó un poco de alcohol un par de veces antes de saber que estaba embarazada, y eso la torturó durante muchos días -hasta que averiguó que en los primeros días la placenta no está desarrollada todavía-. Luego se hizo un brushing progresivo. En ninguna de las cientos de páginas de internet que leímos se hablaba de que había que evitar los tratamientos capilares, sin embargo eso bastó para que se preocupara de una forma espantosa durante varios días. No me refiero a sentirse preocupada, como una persona frunciendo el ceño, no. Me refiero a una persona que se pone a llorar a cualquier hora del día convencida de que le ha hecho daño a su hijo.

A la semana 7 se hace la primera ecografía donde se verifica que el bebé está prendido de la pared del útero, se descartan los embarzos ectópicos -que deben ser interrumpidos-, se mide al bebé para ver si su tamaño está acorde con el tiempo que tiene de vida, y sobre todo se verifica que haya "prendido el motor", que su corazón esté latiendo correctamente. Nosotros fuimos a esa primera ecografía con mucho miedo, como una vaca al matadero. Lucía, que es muy fatalista, estaba convencida de que lo habíamos perdido. Cuando lo vi con mis propios ojos, y vi cómo le latía el corazón no lo podía creer. Allí estaba. No era un análisis, no era un estudio, no era un examen. Era él. Cajú.

Lucía estaba tan preocupada preguntándole al médico detalles sobre lo que veía él, para saber si el brushing le había hecho daño o no, que se olvidó de fijarse en la imagen de la pantalla -además, madres miopes que están yendo a hacerse una ecografía, no hagan como Lucía: lleven sus lentes-. Una ayudante del operador del ecógrafo, escuchando las preguntas insistentes de Lucía le comentó a una de sus compañeras "ay, por favor, cuánta ansiedad". Una reverenda estúpida que no entiende en lo más mínimo la naturaleza de su trabajo.

Para mí fue un momento fantástico, y llevo la impresión de pantalla que genera el ecógrafo conmigo todo el tiempo. El nombre transitorio de Cajú nació por esas fechas, dado que el bebé tenía tanto el tamaño como la forma de una castaña de cajú. La ecografía lo mostraba tal cual.

Con el paso de las semanas la ansiedad va bajando. En este momento Cajú ya superó la etapa más crítica de su formación, pero todavía no hemos hecho la segunda ecografía que confirma que la superó con éxito. Igual, los niveles de ansiedad ya son mucho menores y descartamos la posibilidad de que adelanten la ecografía, o que pongan una ecografía intermedia entre la primera y la ecografía programada, a pesar de que nos ofrecieron la posibilidad de hacerlo. La verdad es que Lucía tiene muchísimos síntomas del embarazo y estamos confiados en que todo está yendo bien.

Estamos contentos porque sabemos que la semana que viene lo volveremos a ver. Sin dudas será un momento muy diferente al primero, mucho más disfrutable.

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