martes, 11 de enero de 2011

Encuentro cercano de ningún tipo

No podemos hablar por los demás trimestres porque aún no nos ha tocado vivirlos, pero quiero dejar en claro que el primer trimestre es el más angustiante. Tal vez el tercero sea el peor, porque probablemente es el más incómodo para la madre, pero seguramente no está tan lleno de incertidumbres y miedos como el primero.

Además del miedo a perder el embarazo, y de tener que lidiar con el tema de los posibles problemas genéticos -y las decisiones a tomar con respecto a los análisis-, que ya son una fuente bastante grande de estrés, encima de todo eso resulta que el embarazo no se nota. No sólo no lo notan los demás, lo que me tendría sin cuidado, sino que además la madre no tiene ningún tipo de contacto con el bebé. Quiero decir, la madre no siente nada, y si no fuera porque se le retiró la menstruación y por algunos otros síntomas relativamente leves -si Lucía me escucha diciendo que son leves, me mata-, la madre puede perfectamente no ser conciente de que está embarazada. De hecho, en madres con ciclos menstruales poco regulares y en caso de embarazos insospechados, frecuentemente pasa que no se enteran de su embarazo hasta el tercer mes de embarazo o incluso más. Lo que demuestra que la percepción sensible del bebé por parte de la madre -patadas, movimientos, etc.- no se da hasta entrado el embarazo.

Para complicar las cosas se dan dos fenómenos simultáneos y contrarios: las que ya fueron madres suelen ser muy benévolas con sus recuerdos y suelen decirle a la madre primeriza que ellas en la etapa en la que está ya sentían cosas fantásticas -lo que probablemente no fuera exactamente así-, y la madre por su lado suele angustiarse porque no siente nada. A su vez, en el futuro cuando otra conocida quede embarazada, ella le contará su experiencia olvidando estas angustias y también le contará cosas fantásticas. No lo hacen por mal. Es inevitable.

Lo único que logra paliar ese silencio por parte del bebé son las ecografías. Cada ecografía es una fiesta, y el tiempo entre ellas se hace eterno. No en vano dicen que Tom Cruise se compró un ecógrafo y aprendió a usarlo él mismo.

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