jueves, 30 de diciembre de 2010

Sobre la confiabilidad de cuatro pruebas de embarazo.

Vamos a presentarnos primero. Yo soy Gonzalo y tengo 40 años, y Lucía, de 37, es mi mujer. Nos conocemos desde niños y nos ennoviamos en el año '92, hace 18 años ya. Nos juntamos en el año '99 y nos casamos en el 2001. Siempre nos llevamos muy bien y sentimos que tener hijos no era algo necesario o imprescindible en nuestra relación, por lo que dejamos que la vida decidiera si los íbamos a tener o no. Sin embargo, luego de varios años sin que éstos vinieran pensamos que tal vez no iban a venir nunca. Estábamos equivocados.

Este año estuve trabajando mucho para poder terminar la carrera, después de haberla dejado durante muchos años, y las horas de sueño eran muy escasas y valiosas. Una de esas mañanas en que tenía permitido dormir hasta un poco más tarde Lucía me despertó tempranito mostrándome una prueba de embarazo casera y preguntándome si a mí me parecía que era positiva. Para mi eterna vergüenza lo que le respondí fue que me dejara de joder, que quería seguir durmiendo. Quedará para la historia que esa fue mi reacción a la noticia de que iba a ser padre. Cabe decir en mi defensa que, por supuesto, no pude volver a dormirme, y a los pocos minutos la estaba llamando para que me muestre de nuevo la prueba.

Resulta que estas pruebas tienen dos rayas: la primera aparece siempre y sirve para verificar que la prueba está funcionando -si no aparece esta raya no importa si aparece o no la segunda, la prueba no es válida-, y la segunda es la que realmente determina si la prueba es positiva o negativa. Pero esa segunda raya debe aparecer antes de los 10 minutos luego de haberse iniciado la prueba. Si aparece después no es válida tampoco. Bueno, pues Lucía no tenía ni idea de si la segunda raya había aparecido antes o después de esos 10 minutos. Quedamos en que al día siguiente íbamos a hacerle el exámen de sangre en el hospital para saber a ciencia cierta si estaba embarazada o no. Y me volví a dormir.

Qué poco conozco a mi mujer si pensé que ella iba a esperar a la prueba de sangre. Para cuando me desperté Lucía ya se había hecho una segunda prueba. Más positivo que eso no te puede dar. Yo me puse a leer el prospecto de la prueba y me enteré, con un frío que me corrió por la espalda, que existe posibilidades de que la prueba dé un falso negativo -o sea, que dé que no hay embarazo cuando en realidad sí lo hay- pero son ínfimas las de un falso positivo -o sea que si da positivo es seguro que hay embarazo-. La confiabilidad de su positivo es de un 99,50%. Ya estaba, yo no necesitaba más que eso, todo lo que venía después era para confirmar lo que ya sabía. Cada uno se fue a trabajar por su lado.

Nos volvimos a ver en la noche. Para esa hora Lucía se había hecho dos exámenes más. Por las dudas. Todos positivos. Creo que la confabilidad del examen es de 1 en 200 más o menos, entonces la confiabilidad de cuatro exámenes positivos es de 1 en 1.600.000.000 -una en mil seicientos millones-. Aún así Lucía no estaba convencida.

Sin embargo Cajú ya estaba ahí, en camino.

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